"En este cuento, un tito, guía a su sobrino a aprende a alzar la voz y defenderse ante las injusticias. Se fortalecen los valores de valentía, justicia y autoafirmación"
Había una vez un niño llamado Carlos, era un chico tímido y callado que vivía en un pequeño pueblo. Carlos tenía una peculiaridad: aceptaba todo lo que le ocurría sin protestar. Si sus amigos lo ignoraban, él no decía nada. Si lo dejaban solo en el recreo, tampoco se quejaba. Incluso cuando se burlaban de él o no lo protegían, Carlos permanecía en silencio. No quería enfrentarse a nadie ni causar problemas.
Un día, su tato, se enteró de una de estas situaciones. Carlos estaba contándole a sus padres cómo sus amigos lo habían dejado solo en el parque. Su tato escuchaba atentamente, pero notó algo preocupante: Carlos no mencionó haber hecho nada para defenderse. No había alzado la voz ni se había enfrentado a sus compañeros. Eso alertó a su tato, quien, con su carácter justiciero, decidió intervenir.
Carlos —dijo su tato con firmeza—, nadie debe salir impune después de hacerte daño. No puedes permitir que te fastidien, te traicionen o te hagan sentir mal sin consecuencias. Los seres humanos se comportan así porque creen que pueden salirse con la suya. Pero si les haces ver que no tolerarás su mala conducta, los demás también lo entenderán. El simple hecho de saber que se les reprochará su comportamiento les hará pensarlo dos veces antes de volver a portarse mal.
Carlos asintió, comprendiendo las palabras de su tato. Decidió poner en práctica su consejo. La próxima vez que sus amigos intentaron ignorarlo, él se plantó frente a ellos y les dijo: "No está bien lo que estais haciendo". Al principio, notó un cambio sutil, pero a medida que pasaba el tiempo, algo sorprendente ocurrió: a sus amigos les costaba cada vez más hacerle daño. Parecían tener "miedo" de que Carlos les reprochara su comportamiento.
Su tato sonrió al ver la transformación en su sobrino. Carlos aprendió que no debía quedarse callado como si no pasara nada. Su voz tenía poder, y podía usarla para defenderse y protegerse. Desde entonces, Carlos se convirtió en un niño valiente, dispuesto a enfrentar cualquier situación. Y su tato, con orgullo, le enseñó que no hay que temerle a la verdad ni a la justicia.
Y así, entre montañas y lecciones de vida, Carlos descubrió que a veces, el valor más grande reside en alzar la voz cuando es necesario. 🌟