"Las familias Pérez y López, vecinas y amigas, unen esfuerzos para salvar un árbol moribundo, símbolo de su amistad. Su dedicación y cuidado revitalizan el árbol, reforzando valores de cooperación, respeto a la naturaleza y la importancia de la amistad."
Había una vez dos familias que vivían en casas vecinas, separadas por un gran árbol. La familia de la izquierda se llamaba Pérez y la de la derecha se llamaba López. Ambas familias tenían hijos pequeños que jugaban juntos en el jardín, bajo la sombra del árbol.
Los Pérez y los López eran muy amigos y se ayudaban en todo lo que podían. Si los Pérez necesitaban un favor, los López se lo hacían sin dudar. Si los López tenían algún problema, los Pérez los apoyaban con cariño. Se prestaban cosas, se invitaban a comer, se contaban sus alegrías y sus penas. Eran como una gran familia.
Un día, el árbol que separaba sus casas empezó a secarse. Sus hojas se volvieron amarillas y sus ramas se quebraron. Los niños se pusieron tristes al ver que su lugar de juegos se estaba muriendo. Los padres se preocuparon por lo que podría pasar si el árbol se caía.
Los Pérez y los López decidieron ir a ver al dueño del árbol, que era un anciano que vivía en una casa detrás de ellos. Le pidieron que les dejara cuidar del árbol, que les diera permiso para regarlo, podarlo y abonarlo. El anciano aceptó, pero les advirtió que el árbol estaba muy viejo y que quizás no se recuperara.
Los Pérez y los López no se desanimaron y se pusieron manos a la obra. Cada día, llevaban cubos de agua, tijeras, palas y fertilizantes al árbol. Lo regaban, lo podaban, lo abonaban y le hablaban con amor. Los niños le hacían dibujos, le cantaban canciones y le colgaban adornos. Todos querían que el árbol volviera a ser verde y frondoso.
Pasaron las semanas y el árbol empezó a mostrar signos de vida. Sus hojas se tornaron verdes, sus ramas se fortalecieron y sus flores brotaron. Los niños se alegraron al ver que su lugar de juegos se había salvado. Los padres se sintieron orgullosos de haber logrado su objetivo.
El anciano que era dueño del árbol se acercó a felicitarlos por su trabajo. Les dijo que nunca había visto a nadie cuidar de un árbol con tanto esmero y cariño. Les preguntó qué les había motivado a hacerlo. Los Pérez y los López le respondieron al unísono:
- Porque el árbol es el símbolo de nuestra amistad. Lo cuidamos porque nos importa. Y porque sabemos que si cuidamos de nuestros amigos, ellos cuidarán de nosotros.
El anciano sonrió y les hizo un regalo. Les dijo que el árbol era suyo, que se lo cedía para que lo disfrutaran. Les dijo que él ya era muy mayor y que no podía ocuparse de él.
Los Pérez y los López le agradecieron su generosidad. Luego, se abrazaron y celebraron su nueva adquisición. El árbol era ahora suyo, y lo seguirían cuidando con amor. Porque el árbol era el testigo de su amistad, y su amistad era lo más valioso que tenían.
FIN